lunes, 19 de abril de 2021

La Cultura Material : Un objetivo en común entre Arqueología y Restauración

 La Cultura Material : Un objetivo en común entre Arqueología y Restauración

Arqlga. Dulce Milagros Hernández Díaz


Introducción

Sabemos que tanto la Arqueología como la Restauración tienen como objeto de estudio a la cultura material aunque la abordamos desde diferentes ámbitos.


Por ello quiero iniciar preguntándonos ¿qué es entonces la cultura? Aquella palabra que todos damos por sentado que comprendemos y de la cual hay sin exagerar cientos de definiciones. 


De acuerdo con el Dr. Luis Felipe Bate: “La cultura se refiere al conjunto singular de formas fenoménicas que presenta la existencia real de una formación social. Recíprocamente, respecto a su manifestación cultural, la formación social constituye un sistema general de contenidos esenciales.” (2004)


Dicho de un modo más coloquial podríamos definir a la cultura como aquellos rasgos sociales y conocimiento que se transmiten de generación en generación. 


Entonces, ¿qué es la cultura material? Pensemos que para poder transmitir conocimiento o bien implementarlo muchas veces partimos de una idea preconcebida para después elaborar objetos o registros gráficos de este nuevo descubrimiento o habilidad creando así evidencia material. Asimismo si resulta ser funcional, se seguirá reproduciendo hasta ser sustituido por alguna otra idea que resulte más atractiva o eficiente.

 

Por tanto, la cultura material es ese rastro que queda en algunas ocasiones de las ideas desarrolladas por grupos humanos en diferentes momentos históricos. Esa evidencia nos permite estudiar a la humanidad a través de sus restos materiales de manera diacrónica. Actividad que realizamos los arqueólogos en conjunción con otras disciplinas igualmente importantes como la restauración. 


Bien lo apunta el Dr. Carlos Viramontes “... lo que a la arqueología interesa no son los objetos por sí mismos, sino la relación entre hombres, los incontables componentes de la cultura material elaborados o construidos a lo largo de los milenios ya sea en un contexto doméstico, ritual, de comercio o guerra y los procesos de adaptación y cambio, pues la arqueología estudia esa relación entre la cultura material -tangible, mensurable, analizable-, y aquellos que los elaboraron, comerciaron, usaron o desecharon; para ello se apoya en una serie de disciplinas auxiliares tan diversas como la biología la química, la estadística, la astronomía o la historia del arte, entre muchas otras.” (2014)


Dentro de las cuales, está por supuesto: La restauración. Sin ella, simplemente el trabajo de las investigaciones arqueológicas estaría perdido. Puesto que requerimos saber tratar los materiales y  recuperarlos de manera adecuada sin modificarlos para conservar su autenticidad e historia. Si fuese inevitable, debemos hacer notar nuestra modificación en el objeto ya sea mueble o inmueble. Sin embargo, aunque sabemos la importancia de dicha disciplina dentro del cuidado de la cultura material, hasta hace bien poco se le ha dado un carácter más serio y profesional.


Orígenes de la Restauración como disciplina


De acuerdo con Viollet-le Duc inicialmente se identificaba a la restauración con la “reconstrucción en estilo” argumentando que debería restaurarse de acuerdo a como se supone que debió haber sido el objeto en su mejor expresión y no como realmente fue. Contrario a la idea de conservación, reparar o rehacer; sino reinterpretar y mejorar de acuerdo al criterio del restaurador. Simultáneamente, en la primera mitad del siglo XIX surge una corriente italiana denominada “restauración arqueológica” apoyada por arquitectos como Valadier, Stern, Camporesi, Camuccini, Canina, entre otros. Defendían que no debía realizarse ninguna innovación en las formas ni proporciones, respetando la forma original de los monumentos históricos. A partir de este momento es que se incorpora el criterio del estudio arqueológico de los edificios antes de restituir las partes faltantes y surge el concepto de anastilosis como el uso o aprovechamiento de partes del monumento cuando sea viable o bien diferenciar claramente los nuevos elementos incorporados. 


Boito en sus propuestas de mínima intervención planteadas en el III Congreso de Ingenieros y  Arquitectos presentado en Roma hacia 1883 define lo siguiente: 


 1. Los monumentos deben ser consolidados antes que reparados y reparados antes que restaurados. 

2. En caso de que las intervenciones de restauración sean inevitables, éstas deben ser distinguibles, a la vez que no contrasten con el conjunto intervenido. 

3. Uso de materiales distintos a los originales de la edificación en los casos que deba hacerse completación de faltantes. 

4. Las intervenciones de consolidación deben ser mínimas en aquellos conjuntos con atributos artísticos y estéticos relevantes. 

5. Los agregados de valor al edificio original forman parte del monumento y deben ser tratados como tales. 

6. Registro detallado del proceso de intervención.  (Molina, Luis 2005 pp. 354)


Más tarde, Giovannoni sería considerado el sucesor de Boito durante el siglo XX influyendo en la considerada restauración científica. Apoyaba la valoración histórica y estética del monumento así como la conservación frente a la restauración; evitando trabajos masivos y extensos en las edificaciones; pugnaba por la documentación detallada antes y durante la intervención así como considerar los añadidos de valor que formasen parte de la vida del monumento. De él también proviene la diferenciación entre “edificios muertos” y “edificios vivos” y la importancia que le otorgaba al entorno ambiental y urbano que enmarca a los monumentos. Gracias a estos aportes y su importancia, se crean las Instrucciones para la Restauración y con ello las escuelas de restauración científica tuvieron validez hasta mediados del siglo XX; cuando por la destrucción de monumentos causada por la Segunda Guerra Mundial requiere plantearse nuevas directrices. 


Para dicho momento es cuando surge la teoría de la restauración crítica encabezada por Cesare Brandi y Roberto Pane que rechazaban los métodos reconstructivos además de no coincidir con los criterios de Boito, Giovannoni y la Carta de Atenas. Creían en la necesidad de la valoración estética de los monumentos además de la histórica; lo que permitía valorarlos desde dos aspectos, el histórico y el estético. Asimismo se le otorga relevancia al contexto independientemente de que éste sea urbano o no. Tales planteamientos son plasmados en la Carta de Venecia de 1964.


Arqueología y Restauración de monumentos.


Aproximándonos desde una postura distinta, donde se concibe a la investigación histórica relacionada con los proyectos de restauración de monumentos como un proceso histórico- documental de investigación, compaginado con la arqueológica, histórica artística y la histórico- constructiva se construye una perspectiva que concibe a la edificación como un “documentomemoria” entendido como “…aquel que desde el punto de vista sociológico se reconoce como tal por sus valores históricos y artísticos, por su antigüedad y, a través de ella, por la `conciencia´ que se tiene de lo que nuestros antepasados fueron capaces de crear y transmitir” (Lacuesta, 1997: 419)


Por tanto, dentro de  la investigación arqueológica se reconoce como parte integral al proceso de restauración, asumiendo las consecuencias de la misma en la labor restaurativa. Es entonces, donde debemos comprender la importancia de valorar el trabajo transdisciplinar. Puesto que ambos trabajamos con lo que denominamos cultura material y lo abordamos desde diversos aspectos, es fundamental ser conscientes y escuchar al especialista que requiere ciertos cuidados al recuperar material arqueológico de una excavación, por ejemplo. Idealmente deberíamos de trabajar simultáneamente arqueólogos y restauradores o bien tomar una breve capacitación para solucionar las problemáticas más urgentes en campo y posteriormente acudir al especialista. El objetivo es tener en mente que se requiere conocimiento y apertura para trabajar con diferentes puntos de vista y así poder cuidar mejor el patrimonio cultural. 


Se ha perdido valiosa e inestimable información por la falta de previsión en ambos casos. Es a fin de cuentas la cultura material quien se ve afectada; aunque sabemos que obtenemos información sesgada hay objetos o datos que no se pueden recuperar debido al seguimento de procedimientos inadecuados al recuperar los restos materiales. 


Si bien los edificios o sitios arqueológicos son objeto de estudio de la Arqueología donde el subsuelo, suelo y los restos de evidencia ocupacional humana, deben ser estudiados y entendidos integralmente; a esto lo llamamos contexto arqueológico.

Como arqueólogos debemos discernir y establecer sus relaciones, para lo que es fundamental preservar la información histórica que la construcción pueda poseer manifestada en sus horizontes espacial, temporal y social o de uso. 


En el continente americano, ha tenido gran relevancia el estudio transdisciplinar debido a la gran cantidad de contextos yuxtapuestos. Tuvo su mayor auge a partir del siglo XX, principalmente en Norteamérica debido a los diversos proyectos de salvamento arqueológico desarrollados en la postguerra, la aprobación de leyes relacionadas con la preservación de la herencia cultural y el surgimiento de nuevas tendencias teóricas que propiciaron la investigación arqueológica en contextos multifacéticos debido a las diversas etapas ocupacionales a partir de la conquista europea. 


La cultura material: Objetivo en común


Leyendo una entrevista realizada al Dr. Joaquín Barrio Martin, arqueólogo y restaurador de patrimonio arqueológico, encontramos un punto de encuentro entre la arqueología y la restauración que nos permite trabajar en conjunto de manera dinámica y enriquecedora. Plantea desde su experiencia que ha sido enriquecedor aproximarse a los materiales (particularmente metales) desde su doble vocación ya que puede estudiarse al menos desde dos perspectivas complementarias: la arqueohistórica y la de valor patrimonial. Señala también el desafortunado poco reconocimiento internacional que se le ha dado a la restauración dentro del cuidado de la cultura material. 


Respecto a ésta situación, en México comenta que la resistencia en reconocer profesionalmente a la restauración debido a la historia de la formación en sí: 


“Se debe a la historia de la formación académica en ella. La restauración tiene poco de haber salido de talleres -que eran casi de manualidades-, mientras que la historia del arte o la arqueología existen como disciplinas desde hace más de dos siglos. Sumado a lo anterior, en España hay una escasísima o deficiente estrategia académica. El reconocimiento del máximo estatus tiene que empezar por la formación, no puedes pretender que una profesión que está a nivel de diplomado pueda obtener la máxima calificación. Es una batalla que se puede ganar a través de una excelente formación, y cuando más restauradores sean doctores e ingresen en los máximos estatus académicos -lo que creo que se logrará con el paso del tiempo- la profesión se reivindicará, pero sólo así, por medio de la formación al máximo nivel.” (Pilar López, 2013)


Asimismo, en la entrevista al preguntarle si es considerado relevante la participación de un restaurador durante una excavación arqueológica a lo que apunta que poco a poco se les va dando mayor peso, sin embargo aún no se les valora igualitariamente, incluso a un arqueólogo con ambas formaciones está calificado por debajo de uno que no; situación ilógica puesto que el primero tiene mayores aptitudes que el segundo.


“Los bienes arqueológicos se están convirtiendo en un elemento social cada vez más apoyado; basta ver el incremento de los museos de sitio. Dentro de dos, tres o cuatro generaciones, las cuentas que se van a pedir a los especialistas no serán una buena interpretación de investigación en un objeto, sino dónde poder verlo. Lo que se escribe sobre éste podemos cambiarlo o mejorarlo, pero lo determinante es conservar también el elemento material, ésa es nuestra responsabilidad. Eso es lo que hace que, de objetos arqueológicos, pasemos a considerarlos patrimonio arqueológico.” (ibídem)


En dicha entrevista, se plantean las circunstancias actuales del trabajo transdisciplinar entre ambas líneas de investigación tanto en territorio mexicano como español. En éste sentido, México tiene a su favor la existencia de la Escuela Nacional de Conservación y Restauración (ENCRYM); institución de la que hace más de cuarenta años ha formado profesionales a nivel licenciatura y maestría.  Uno de los aspectos importantes de dicha entrevista, es que se invita a la participación en eventos internacionales motivando así el trabajo internacional y más allá del marco establecido por una u otra disciplina científica, haciendo dinámica nuestra contribución como colaboradores y protectores de la cultura material; ya que nuestra labor es conservarla para que pueda acercarse a la sociedad permitiéndonos una mayor y mejor comprensión como humanidad.


Asimismo, debemos tener muy clara la fragilidad de los materiales,  como señala Lourdes López Martínez:


“En una excavación arqueológica hay que tener en cuenta un hecho ineludible: el momento de la extracción es el más crítico para cualquier material. El equilibrio que han mantenido durante siglos con el medio que los rodeaba se rompe de manera brusca. Este cambio de humedad y temperatura, así como la exposición al oxígeno y a la luz solar pueden ser muy traumáticos, y provocar incluso la destrucción de un objeto ya de por sí muy frágil.” https://lurearqueologia.es/guia-para-sobrevivir-sin-un-restaurador-en-campo/


Ésto debemos tenerlo muy en cuenta a la hora de tomar decisiones antes, durante y después de una temporada de campo, ya que de no hacerlo seguiremos afectando gravemente nuestro trabajo y mermando su profesionalismo. 


Conclusiones


Una de las piezas clave dentro del estudio de la cultura material es comprender su complejidad y la necesidad de trabajar ineludiblemente con diversas disciplinas procurando se le proporcione el mejor cuidado, para con ello poder recuperar la mayor información posible. Recordemos que al intervenir en un contexto arqueológico de cualquier periodo y locación, estamos destruyendo en gran medida ese espacio por lo que es nuestro deber procurar responsablemente el buen manejo y profesionalismo al ejercer tan noble labor. 


Por ello, como investigadores debemos ser responsables y concientes de nuestros alcances, capacitarnos constantemente, rodearnos de los especialistas que puedan contribuir en la consecución de proyectos bien planteados y desarrollados con excelencia. 


Referencias


  • Boletín Antropológico. Año 23, Nº 65, Septiembre-Diciembre, 2005. ISSN:1325-2610. Universidad de Los Andes. Mérida. Luis Molina. Arqueología y restauración de monumentos... pp. 349-375

  • Entre la arqueología y la restauración. Diálogos con Joaquín Barrio Martín. María del Pilar Tapia López Intervención (Méx. DF) vol.4 no.7 México ene./jun. 2013 

  • Guía para sobrevivir sin un restaurador en campo. 26 octubre 2014. Lourdes Lopez Martinez

https://lurearqueologia.es/guia-para-sobrevivir-sin-un-restaurador-en-campo/

  • El proceso de investigación en arqueología. Luis Felipe Bate. Crítica. México, 1998 

  • Introducción a la Arqueología. Jaime Litvak King. Editorial Trillas. México, 2000

  • Tiempo y Región. Estudios Históricos y Sociales Volumen VII. Ensayos sobre la cultura material entre las sociedades prehispánicas del centro-norte y occidente de México. Carlos Viramontes Anzurez, coordinador. INAH, Universidad Autónoma de Querétaro, Municipio de Querétaro. México, 2014


Presentación disponible en: https://prezi.com/view/QaDjt1zWOwbugjgJgpyd/